Las fincas rústicas de Menorca: ejemplo de sostenibilidad

Después de haber visitado cientos de fincas rústicas de Menorca, lo que  más me sorprendente de estas propiedades es el gran nivel de autosuficiencia y sostenibilidad que alcanzaron en el pasado.

Cada predio producía todos los alimentos perecederos que necesitaba (lácteos, carnes, verduras, frutas, etc.), así como obtenía su propio vino, aceite, especias, tejidos para la ropa, madera, cal, incluso tabaco  y un sinfín de cosas más…

El “Lloc” (palabra menorquina empelada para denominar un predio de grandes dimensiones) era una especie de pequeño reino independiente perfectamente organizado.

Cada conjunto arquitectónico dentro de una finca estaba sabiamente diseñado para alcanzar el mayor grado de eficiencia en la explotación agropecuaria y en el aprovechamiento de los recursos naturales.

 

Organización arquitectónica de una finca rústica

Un Lloc es una propiedad rústica que rara vez tiene menos de 10 ha de terreno y que normalmente tiene de 50 ha hasta más de 100 ha, en muchos casos. Las fincas más pequeñas sin explotación se denominan “estancias”.

Cada finca cuenta con un conjunto arquitectónico que está inteligentemente diseñado, fruto de siglos de experiencia,  para, principalmente, desarrollar una actividad agropecuaria con la máxima eficacia.

Los elementos constructivos dentro de la finca rústica menorquina, con algunas anecdóticas variaciones a tener en cuenta, se configuran de la siguiente manera:

La casa principal “El Casat” (casa con porxada), normalmente de dos plantas de altura y en algunos casos de hasta tres. En planta baja habitan los payeses o “amitgers” (se les conoce así porque tradicionalmente explotan la finca al 50% con la propiedad) y la planta alta de la casa la habitan los propietarios.

Además en todas las fincas encontramos un patio de labor orientado al sur (casi siempre empedrado), almacenes, edificios auxiliares de trabajo, gallineros, establos, bouers, pozos, cisternas y abrevaderos, eras de trillar el trigo (normalmente siempre hay dos), ponts de bestiar y barracas (refugios para animales de origen muy primitivo), hornos de pan y otras construcciones menores.

 

Arquitectura sostenible en Menorca

En las fincas rústicas todo gira en torno al máximo aprovechamiento de los recursos naturales. Nada es superfluo ni meramente decorativo.

Los bloques de marés (piedra arenisca local formada por sedimentos) se empleaban para construir los edificios y se extraían de algún lugar de dentro de la misma finca, evitando con ello esfuerzos y despilfarro de medios de transporte.

Los tejados pintados de blanco no lo están por capricho. La pintura blanca de cal protege las tejas de la erosión del salitre que trae el viento, refrigera la temperatura del interior en verano e higieniza el proceso de recoger el agua de la lluvia  que circula por cubiertas y canalones pintados hasta llegar a las cisternas.

Todas las casas, casi sin excepción, miran al sur para aprovechar al máximo la luz solar y las fachadas norte tienen pequeños ventanucos, para protegerse del viento del norte y evitar innecesario mantenimiento de carpintería.

Las arcadas de las fachadas (arcos de medio punto emparejados y separados por pilares) sirven para proyectar sombra en verano y resguardar del viento en los meses fríos.

Lo gruesos muros mantienen una temperatura agradable en el interior de la vivienda durante todo el año y raramente se habitan las estancias que miran al norte, reservándose su uso como espacio de trabajo tipo quesería, almacén, taller, etc.

Los porches o desván de la casa se empleaban solo para almacenar alimentos y, al mismo tiempo, para crear una cámara de aire que aislara la zona habitada de la vivienda.

Incluso la cal empleada para pintar se obtenía en la misma finca gracias al proceso de la calcinación de piedras en hornos de cal.

 

Agricultura y ganadería sostenible

El tamaño de los rebaños así como el número de hectáreas cultivadas siempre se dimensionaba teniendo presente las extensiones, características orográficas y recursos propios de la finca.

El aprovechamiento del agua de la lluvia y de otros posibles recursos hídricos como pozos, torrentes o embalses naturales merecía un cuidadoso estudio.

También se aprovechaban las caídas naturales de las rocas, para dirigir el agua de lluvia a pequeñas cisternas desplegadas por varios puntos estratégicos de la finca, que servían para dar de beber al ganado así como para riego.

Tradicionalmente se cultivaba mediante el sistema de barbecho, respetando los ciclos naturales de la tierra, y sin la necesidad de fertilizantes ni productos químicos artificiales.

Los huertos se ubicaban en las parcelas más protegidas de la finca y se regaban mediante ingeniosos sistemas de canales de piedra que transportaban el agua desde las cisternas.

 

Organización laboral de una finca rústica menorquina

Una familia compuesta principalmente por “L’amo” (el payés) y la “Madona” (la esposa del payés) y sus hijos, se encargaban de dirigir y explotar la finca, valiéndose de la ayuda de “missatges” (mozos ayudantes) y, eventualmente, de “tempores” (trabajadores temporales) que se empelaban en momentos puntuales como en la época de siembra y cosecha.

 

Conclusiones finales

A pesar de que la arquitectura rural menorquina tiene un origen puramente funcional, el devenir del tiempo ha convertido toda esa austera funcionalidad de elementos simples pero contundentes, en una admirable belleza arquitectónica apreciada en el mundo entero.

Hoy en día se habla mucho de eco-arquitectura, sostenibilidad, ecología y otros muchos conceptos relacionados que,  a priori, se presentan como si de un avance  de la sociedad contemporánea se tratara, pero realmente debemos ser honestos y admitir que nuestra sociedad actual debería detenerse y mirar atrás; para aprender de la organización y  sabiduría que nuestros ancestros alcanzaron y que lamentablemente hemos ido perdiendo.

barraca menorquina

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